En el artículo de hoy voy a hablaros de un par de conceptos clave que están más relacionados con la parte de “output” o de producción en los idiomas, es decir, principalmente el habla, pero también la escritura.
Estos dos conceptos son “el periodo silencioso” y “el filtro afectivo o nivel de ansiedad”.
Como los métodos tradicionales basados en el aprendizaje han sido el único camino que conocíamos en la enseñanza de idiomas, estamos acostumbrados a ser forzados a producir desde el primer momento, sin tener en cuenta si estábamos preparados para ello o no, o dicho de otra manera, sin tener en cuenta si se había producido la adquisición necesaria para empezar a producir.
La teoría de la adquisición del lenguaje basada en los trabajos e hipótesis del profesor Honoris Causa de la universidad de Southern California Stephen Krashen, por su parte, defiende que no debe forzarse la producción de los alumnos en un segundo idioma y que debe permitirse un “periodo silencioso” hasta que los alumnos se sientan preparados para empezar a producir, periodo que variará de unas personas a otras. Esto no quiere decir que no estén desarrollando sus habilidades lingüísticas (todo lo contrario, esto se producirá sin ninguna duda si están recibiendo la cantidad suficiente de “input” o entrada comprensible), sino simplemente que cada persona necesita una cantidad de tiempo diferente para sentirse preparada.
Si nos fijamos detenidamente, éste es exactamente el caso con los niños pequeños, los cuáles no empiezan a hablar hasta que no se sienten preparados y, como muy bien sabemos todos, esto se produce en un momento diferente para cada niño pequeño: los hay que empiezan a hablar antes de lo previsto, los hay que les cuesta más…
De nuevo, no tiene ningún sentido el seguir aplicando principios diferentes de los que sabemos a ciencia cierta que funcionan. Y, esto se produce por la concepción errónea de la teoría del aprendizaje de que la práctica y la producción o “output” es la causa de nuestro desarrollo lingüístico, cuando los niños pequeños nos siguen demostrando una y otra vez que el proceso es inverso, esto es, que el “output” o producción no es la causa sino la consecuencia de que hemos empezado a adquirir el lenguaje. Ya expliqué la importancia de conocer el papel que juegan tanto el «input» o información recibida como el «output» o producción en el proceso de adquisición de los idiomas.
Esta idea está directamente relacionada con nuestro segundo concepto de hoy, el “filtro afectivo o nivel de ansiedad”. Éste tiene que ser bajo necesariamente para que se produzca la adquisición, y ¿qué creéis que va a ocurrir cuando nos veamos obligados a producir algo que no hemos adquirido todavía? Exacto, nuestro nivel de ansiedad se va a disparar, nos vamos a sentir unos inútiles porque se supone que es algo que ya deberíamos saber puesto que lo hemos aprendido con anterioridad, y otro tantos sentimientos parecidos. Y si esto sucede delante de otros 10-15 alumnos, nuestra ansiedad se va entonces a multiplicar exponencialmente.
Debido a la misma asunción errónea de que deberíamos ser capaces de producir aquello que ya hemos aprendido, entra en juego otra conocida compañera de viaje llamada la corrección de errores.
La corrección de errores en los idiomas
Los errores son inevitables y más si hemos aprendido algo en lugar de adquirirlo. De nuevo, tendemos a corregir todos y cada uno de los errores pensando que el alumno aprenderá así la forma correcta y no lo volverá a cometer, pero en una conversación real en la que no tienes tiempo para pensar y aplicar las reglas aprendidas, esto no se va a producir, porque no lo has adquirido todavía. Y, nuevamente, esto va a hacer que tu “filtro afectivo o nivel de ansiedad” se continúe disparando.
Es por ello que los errores únicamente deberían ser corregidos si modifican completamente el sentido de la frase entera en cuestión. Ejemplos:
- He play basketball in the driveway every day.
(plays)
- We are meeting on Thursday
(Friday)
El primer ejemplo es un error que no debería ser corregido puesto que el sentido de la frase no cambia y el mensaje es perfectamente comprensible. La mayoría de errores que se producen son de este tipo, es decir, del tipo que no deberían ser corregidos.
Por su parte, el segundo caso sí es un tipo de error (o más bien equivocación) que debería corregirse puesto que el mensaje de la frase es diferente y va a haber confusiones.
Supongo que algunos os estaréis preguntando ¿Y cómo sabemos entonces la forma correcta si cuando cometemos un error no es corregido?
Muy sencillo. La teoría del aprendizaje nos dice que debemos aprendernos las reglas para aplicarlas correctamente, mientras que a través de la adquisición subconsciente vamos a desarrollar una “sensación” de corrección y ser capaces de deducir las reglas nosotros mismos, tal y como sucede (estoy pesado eh?) en el caso de los niños pequeños.
Ejemplo práctico: ¿os habéis fijado que los niños al principio siempre dicen “he rompido”? Primero de todo, han adquirido la regla del participio ellos mismos sin tener que estudiarla (comer-comido, morder-mordido… y es por eso que asumen que será lo mismo con romper-”rompido”). Y en segundo lugar, serán capaces de corregir su error y usar la forma correcta cuando la escuchen varias veces en el mundo real, es decir, cuando la adquieran a través de múltiples repeticiones de “input” o entrada comprensible.
Gracias por leer este artículo y cualquier duda, sugerencia o comentario sobre el artículo o sobre cualquier otra cosa que queráis dejarme, no dudéis en hacerlo, estaré encantado de comentar cualquier idea que tengáis sobre el aprendizaje de idiomas.
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